La Educación



Toda cultura educativa es arbitraria y refleja la política de quienes están en el poder.  Hoy en día, Estados Unidos enfrenta la peor crisis social y económica de su historia, una situación para la cual ninguna de nuestras generaciones está preparada para resolver los problemas que la nación enfrenta o adaptarse a su nueva realidad social.


¿Están las universidades formando profesionales capaces de adaptarse a la incertidumbre económica que enfrenta la nación? ¿Están los graduados preparados para abordar el legado caótico dejado por la administración del presidente? ¿Qué herramientas de transformación poseen los egresados para aplicar en su profesión o en la sociedad actual?

Bajo ninguna circunstancia, la educación debe transformar al estudiante en un ignorante lleno de prejuicios culturales. No obstante, durante años, las agencias acreditadoras han impuesto sus sesgados instrumentos y requisitos para la selección de profesores y la perpetuidad de programas académicos arcaicos; seleccionando y reciclando arbitrariamente el contenido, el método de enseñanza y la evaluación, lo que genera un sistema autoritario, antidemocrático e intelectualmente estancado.
Todo esto se debe a la falta de pericia y conocimiento cultural de las agencias acreditadoras sobre la sociedad actual y los nuevos grupos migratorios. Estas agencias fomentan una mentalidad uniforme que va en contra de la política pública actual. Esta intransigencia educativa y cultural excluye la diversidad y dificulta la existencia de un sistema educativo flexible, coherente y viable, perpetuando así un pensamiento limitante en sus futuros graduados.


Hoy en día, los programas académicos homogéneos no corresponden a nuestra realidad económica, social y cultural heterogénea. Por ello, las agencias acreditadoras deben reconocer sus ineficiencias y limitaciones, y permitir a las universidades del país transformar su estructura educativa para alinearse con los rápidos cambios de la globalización y el caos económico y social de la nación.
Impulsar a los estudiantes a desarrollar sus capacidades analíticas, el pensamiento crítico, y a contrastar su realidad con las de otros estados y países es el deber de las instituciones educativas, una responsabilidad que las agencias evaluadoras han demostrado ser incapaces de cumplir.
Es crucial entender que el currículo debe formar parte de la experiencia humana y no ser un concepto abstracto lleno de teorías inaplicables en la vida cotidiana. Esto es esencial para evitar que los estudiantes adopten verdades absolutas sin una comprensión profunda y crítica.


El desarrollo y la prosperidad de la nación sólo son posibles cuando la riqueza es accesible para todos en nuestra sociedad y cuando su entorno es comprendido. La pobreza prevalece en un pueblo ignorante que elige a un gobierno sin compromiso político y que utiliza la escasez de recursos financieros como excusa para justificar su falta de progreso.


La educación es un elemento indispensable para disminuir y combatir la pobreza, enfrentando los retos creados por el mismo gobierno y acelerando el crecimiento económico. Por tanto, recae en las agencias acreditadoras promover nuevos modelos de enseñanza que actualicen los programas de administración de empresas, economía, finanzas y administración pública.

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